Extractos y anotaciones acerca de la Carta al padre de Franz Kafka, por Francisco Rodríguez Sotomayor


I

La Carta al padre de Kafka es, me parece, el eje para comprender muchos aspectos de su literatura. Empezando por las nociones de autoridad y ley, siendo la contradicción, la irracionalidad, la arbitrariedad y la inaccesibilidad sus características esenciales, y cuyo origen podría extraerse de la oscura relación padre-hijo que existió entre Franz y Hermann Kafka.

II

Un pasaje que me urge citar (pues por su inherente horror se asemeja a tantas narraciones de Kafka) es este:

“Una noche en que yo sollozaba sin cesar, pidiendo algo de beber, ciertamente no por necesidad sino, casi seguro, en parte por molestar y en parte para entretenerme. Después de que no surtieran efecto algunas severas amenazas tuyas, me levantaste de la cama y me dejaste parado ahí unos instantes, en ropa de dormir, completamente solo delante de la puerta. (…) Dada mi forma de ser, me fue imposible ligar correctamente el pedir agua sin necesidad (hecho para mí tan normal), y aquel absurdo castigo de haber sido llevado afuera. Mucho tiempo después, aún me debatía bajo la visión aterradora de que la gigantesca persona que era mi padre, pudiese, casi sin alguna razón, venir a levantarme de la cama en medio de la noche y conducirme al patio interior, y que, por esta acción, yo no significaba nada para él.”

Cuán iluminador es este pequeño fragmento; en él se cifra la sensación sustancial del mundo Kafkiano: la de ser arrastrado a merced de una fuerza cuya cualidad natural es la de ser insondable, arbitraria e indómita.

III 

La anécdota citada me coloca en un ambiente enteramente nocturno, y, además, infantil. No está exento de nostalgia, así como no está exento de horror. Siento ese pasaje como esos recuerdos de la infancia que suelen confundirse con el sueño, porque a fuerza de haberlo soñado en una edad tan inocente se traspapelan en la memoria, y los años funden ese sueño con los recuerdos de lo vivido. Tal es la sensación primordial que me da esa anécdota. Lo onírico, lo nostálgico, lo confuso, e, indudablemente, lo terrible. Ante la sed, el niño llora, y la contestación a ese sollozo es una fuerza superior que lo lleva al exterior, a la oscuridad de la noche, sin saber la razón y sin siquiera haber satisfecho la sed.

IV

En la literatura kafkiana el mundo no responde ante la necesidad o al deseo; poner en marcha una empresa para llegar a la realización de ese deseo es, en su núcleo, una ridiculez. Los personajes que lo intentan no lo logran, y los que no lo intentan quedan prisioneros de la circunstancia. Así como el niño que llora por algo de beber cree que llorar le otorgará la saciedad se encuentra con que un monstruo lo saca de la casa.

V

En Kafka la autoridad dicta la concepción del mundo. En la Carta Kafka dice a su padre: “Yo pensaba que el mundo estaba dividido en tres partes: una en donde yo, el cautivo, existía oprimido por reglas exclusivas, ideadas para mí, y a las que, sin comprender exactamente por qué, jamás pude adaptarme por entero; después, en otro mundo, absurdamente lejos del mío, vivías tú, abocado al gobierno, a promulgar leyes y a enojarte en los casos en que no eran obedecidas; y, por último, un tercer mundo donde el resto de las personas podía vivir en un estado de felicidad y a salvo de las órdenes y la obediencia.”

La desconexión evidente entre “el cautivo” y el “abocado al gobierno”, esa clara separación entre quien dicta la concepción del mundo y quien la obedece. Es por eso que, aquél, quien desea salir de su cautiverio, se halla ante la imposibilidad de acceder a ese otro mundo y extraer la llave de su libertad.

VI

La lectura de la Carta me hace recordar que la pesadilla kafkiana a veces es sencillamente la escritura que emana de un niño triste, solo, que creó uno de los mundos más ricos y complejos de la literatura universal.


Francisco Rodríguez Sotomayor









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