Buenos Aires, exilio, mito y otras impresiones (I), por Francisco Rodríguez Sotomayor
2 de septiembre de 2024
El viernes 30 de agosto ha sido el único día, por ahora, en el que he caminado por la ciudad. Después de comprarme una tarjeta SIM, y con la ayuda de Google Maps, me puse a caminar la Avenida 9 de Julio y sus adyacencias, bajo una lluvia incisiva y un frío aún más punzante. Llegué hasta el Teatro Colón, y desde ahí busqué el nombre de Gustavo Cerati en el mapa, hasta hallar un sitio que decía “estrella de Gustavo Cerati”, y caminé hasta allá. Me topé con la estrella, quise fotografiarla pero por la lluvia me fue imposible. Quedé asombrado al notar que, cruzando la calle, había una librería llamada “Librería Kafka”, y crucé para visitarla. Me puse a ojear los estantes. Es una librería de segunda mano. Empecé a dar vueltas por todas las categorías. Pregunté a la encargada si tenía algo de Thomas Wolfe (me vino a la mente Del tiempo y el río, por aquello del joven que llega a una gran ciudad) y me dijo que no lo tenía; entonces decidí solo palpar, ojear, hojear. Me encontraron dos títulos que terminé llevando: Aforismos, de Kafka (cuya existencia ignoraba) e Historia universal de la infamia, de un tal Borges. Le pregunté a la encargada por Adán Buenosayres, y me lo consiguió, pero no lo llevé. Al salir de la librería sentí que, en definitiva, estaba pisando un mundo distinto, distante, frío, lluvioso y muchedumbroso, pero que me aguardaba.
Quedarse o no quedarse. Arrojado a esta jungla.
4 de septiembre de 2024
Spleen de Buenos Aires.
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-¿Usted viaja por placer?
-No, yo viajo por dolor
***
¿De dónde estoy lejos?
05 de de septiembre
Se aleja lo que no se siente en el corazón.
Siento que la vida me devuelve algo que me habían arrebatado al nacer.
09 de septiembre
Sensación stendhaliana al ingresar a El Ateneo.
11 de septiembre
Hay que obligarse a sí mismo a salir de los calores acogedores. A veces, solo a veces, son tramposos.
Leo La carretera, de Cormac MacCarthy. Vaya novela más bella y desgarradora.
Empiezo a sentirme extranjero.
12 de septiembre
There’s a layer of ice on this ground. But only for me. (Hay una capa de hielo en este suelo. Pero solo para mí).
Having now read The Road, by McCarthy, I have the urge to take inventory. Count my blessings. Never had I read a novel that challenged my nerves, that spoke to such deepness. The passage of the father’s death brought tears to my eyes. (Ahora que leí La carretera, de McCarthy, tengo la necesidad de hacer inventario. Ser agradecido. Nunca había leído una novela que desafiara mis nervios, que hablara tan hondo. El pasaje de la muerte del padre me produjo lágrimas).
15 de septiembre
Hoy, intentando contrarrestar el encierro de la semana, salí a dar un paseo. Sabía que la Feria del libro de La Matanza estaba funcionando, y me aproximé hasta allá. Compré dos libros. Uno de Maupassant y Memorias del subsuelo, de Dostoievski. En el camino de regreso sentí nostalgia y aires de soledad.
19 de septiembre
De niño pensaba que estaría para siempre en la misma casa. Que mi padre sería eterno.
29 de septiembre
Ayer fue mi primer paseo por Buenos Aires yo solo. Tomé el bus 113 desde San Justo hasta Villa Urquiza. En Google Maps ví que el Cementerio de La Chacarita estaba relativamente cerca. Tomé un bus hasta allá. El sentimiento de anticipación para ver la tumba de Gustavo Cerati era abrumador. Al apearme, tuve que caminar unos diez minutos para entrar al cementerio. Seguí la ruta marcada por el GPS para llegar al sitio donde están los restos del maestro Gus. Entré y le pregunté a un trabajador dónde estaba. Me dijo que subiera al primer piso. Al hacerlo sentí como si estuviera en una biblioteca; Cerati está en el primer pasillo hacia la izquierda. Me lo topé. Algo me guiaba hasta allí. Ver su nombre y ese signo de infinito me arrugó el corazón. Le hablé. Le agradecí. Porque sin su obra yo no sería quien soy. Le agradecí también porque yo siento que su voz inspiró mi llegada a Buenos Aires. Me acorralaron demasiadas sensaciones. Como sentir que estaba en un punto perfecto del espacio. Como si un pedazo de mi interior había estado esperándome ahí. Como si me estuviera reuniendo con un viejo amigo. Como que debía estar allí. Como que mi presencia era un acontecer culminante y absoluto de un largo y entramado artificio del infinito. Cuando terminé mis palabras, dije: Me verás volver. Llegó una familia en ese instante. Y me fui. Salí de allí con unas lágrimas atoradas. Al derramarse abandoné la descreencia. Me arropó una satisfacción inimitable.
29 de septiembre
Ayer cumplí un mes en Argentina. Fui a la Biblioteca Nacional. Ví el monumento de Jorge Luis Borges. Otro encuentro increíble. Fui a Plaza de Mayo. Frente a la Casa Rosada me encontré con una visita guiada, y la guía me invitó a acompañarlos. Era un grupo de unas diez personas. Una de las mujeres del grupo tenía un gran conocimiento arquitectónico acerca de los edificios circundantes (Casa Rosada, Banco de la Nación, Catedral Metropolitana). En la Catedral hay un altar de Nuestra Señora de Coromoto.
8 de octubre
Estoy solo por primera vez. Solo en un apartamento. Solo en Buenos Aires. Solo, no en mi casa, sino lejos. Demasiados sueños cumplidos.
10 de octubre
Me sé cumpliendo un sueño. Había deseado toda mi vida vivir en una gran ciudad. En un sitio que tiene vida propia. Buenos Aires vive en su belleza, su horror, su luz, su penumbra, su ternura y su violencia. Así son estos lugares. Sirven de microcosmos, de muestrarios de las pulsiones humanas más magníficas y más crueles. Por cada taza de café que se sirve en Av. Corrientes hay un desafortunado viviendo en la estación de Retiro. Y no se puede tener aquella simple felicidad sin la otra imagen atroz. Presenciar a Buenos Aires me arroja a la conciencia aquella frase de Cerati: "Nada cambiará con un aviso de curva". El caos de la ciudad es su característica más seductora. Porque no hay eros sin riesgo.
13 de octubre
Estoy ebrio de esta ciudad. Una parte antigua de mí es de aquí.
15 de octubre
Mosaico de esta tarde en Parque Chacabuco:
Sueñame que me hace falta. Atardecen los edificios. Este parque un hogar. No saber lo que es que un nido se arrase. El verbo de estas calles, de sus entrañas son estas palabras. Dónde el cerebro de una ciudad que vocifera, se pronuncia.
17 de octubre
En soledad veo mejor mis costuras.
18 de octubre
La calma y la soledad me llevan a un estado contemplativo, un ánimo neutro, lúcido, que podría confundir fácilmente por melancolía.
Disfrutar el hastío. Me hace sentir lo que no quiero sentir.
19 de octubre
El mundo es hijo.
20 de octubre
Buenos Aires me ha despertado una sensibilidad por la arquitectura. Al ser una ciudad sumamente ecléctica, te permite ver distintas corrientes. Una esquina te hace sentir en París, otra, Roma, otra, Nueva York, otra, Londres. Nunca antes había notado lo mucho que aporta el aspecto de una ciudad (en lo arquitectónico) al transeúnte. Lo anímico se transforma al ver el edificio Kavanagh, la estación de Retiro, la Catedral o el Teatro Colón. Y sucede lo mismo con tantísimos que no alcanzo a nombrar. La vista de un edificio jamás pudo lograr una sensación de belleza antes de pisar Buenos Aires. La arquitectura es una poesía del espacio.
27 de octubre
Fiesta de disfraces. Me disfrazo de mi mismo.
Aquello que quiere escribirse.
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