Herramientas narrativas en Raymond Carver, por Francisco Rodríguez Sotomayor
I
Dos características
frecuentes dentro de la narrativa de Carver son: un desamparo latente, y una
inquietud parca, subyacente a los acontecimientos narrados. Pues es cierto que
lo que narra Carver es cotidiano, banal, intrascendente. Y es precisamente allí
donde reside el mérito; no es sencillo escribir sucesos tan baladíes con
autenticidad, y, sobretodo, seriedad. Ésta última palabra es clave. Los
personajes de Carver no son tratados como individuos ejemplares, ni heroicos,
ni memorables, pero son tratados con seriedad, así como las situaciones en que
se encuentran.
II
Ante todo, está la idea
detrás de la escritura, luego la escritura. La intención moldea el estilo. En
Carver, el estilo se avoca hacia la sencillez, las palabras suficientes, las
descripciones necesarias. La sequedad del narrador trabaja en son del asombro,
pero con economía verbal. De manera que la impresión que dejan los hechos
narrados no viene dada por la descripción exhaustiva, sino por todo lo
contrario. La persecución del narrador no es dar brillo, sino decir llanamente.
III
Carver explora la psicología
de los personajes a través de la exposición de sus circunstancias; los espacios
donde se desarrollan los hechos son, con frecuencia, una herramienta
fundamental para estas exposiciones. Sin embargo, en sus cuentos, más es lo que
desconocemos que lo que llegamos a saber, pues la situación es prioritaria, y
los personajes pasan a ser objetos de lo que acontece. Es así que muchas de las
exploraciones narrativas de Carver son solitarias, hay un encierro, una jaula
que en un relato se llama “bar”, en otro “casa de un amigo”, en el que sigue es
un sofá, y así. La melancolía está presente; los personajes se resignan a su
descuido, aceptan sin más lo que pasa, el mundo a su alrededor se mueve
indiferente, pero se mueve afuera, mientras que ellos están dentro de una
situación irremediable.
IV
Contemplar un cuadro de
Edward Hopper es similar a leer un cuento de Carver. Ambos indagan en la soledad
citadina; sus espacios son restaurantes, bares, gasolineras, salas de espera,
habitaciones de hotel. Estos lugares tienen en común la sensación ajena,
extraña, de lentitud, de inmovilidad, el sentimiento vulgar y ordinario del
alquiler, de estar fugazmente para irse. Estos espacios como herramientas
narrativas ayudan a explorar en la vulnerabilidad, por su naturaleza de ser
para muchedumbres, para semejantes que no se hablan.
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